Se llamaba Estela. Tenía más o menos mi edad y por aquel entonces no tenía pinta de Yoli ni culomoto. Era una chica normal, bonica, pero nada fuera de lo normal. Aun así, para mi, a esa edad en la que no me comía ni las sopas con las mujeres, lo importante era eso, que era mujer, que daba el pego y lo más importante, que se había fijado en mí.
Y fue bastante curioso porque a principios de un verano me compré unos patines en línea, que ese verano iban a estar de supermoda. Me gasté todos mis ahorros en unos Rollerblade increíbles y me puse a patinar yo solo por media ciudad metiéndome de flostios por cada esquina hasta que pude mantenerme bien. Ese verano se había instalado cerca de mi casa un carrusel de feria (puro caballito de plástico dando vueltas para los niños), y a huevo que todos los días pasaba yo con mis patines por allí porque no había otro camino. Un día, a mi buzón llegó una carta sin remitente, pero que ponía mi nombre. Era una carta de amor. Con los bordes quemados (al más puro estilo apergaminado). "Dios -pensé-, mis sueños se han cumplido. De quién será?" Por mi mente empezaron a volar nombres de chicas que me gustaban...y la verdad, volaron decenas y decenas de nombres porque por esa época me gustaba todo lo que se moviera y fuera mujer. En esa carta me escribieron que era muy guapo y que patinaba muy bien...que era muy deportista, bla bla bla y JA JA JA.
Lo que suele pasar en estos casos pasó. La que me escribió la carta era una de las dos que siempre estaba en el carrusel. Su cara nunca pasó por mi mente porque al fin y al cabo NO ME GUSTABA NAAADA y ya era raro porque ya digo, me gustaba todo lo que fuera mujer y tuviera sangre en las venas.
No recuerdo cómo, me hice amigo de la que le gustaba, pero tatatachán, una tarde me presentó a su amiga, Estela, y me gustó y le gusté aunque ni ella ni yo éramos gran cosa. Eso sí, yo era muy simpático y con buen corazón, jeje.
Empezamos a salir, aunque nunca nos dimos un beso, pero yo empecé a aburrirme y a pasar más de ella. Se juntó también que eran las fiestas del barrio de fútbol y pues en esa época elegir entre mis amigos y ella tenía una solución fácil: mis amigos.
Yo estaba en la gloria. Me sentía un chingón: tenía una chava aguantándome que me fuera con mis amigos a jugar y no le hiciera ni pajolero caso; no dejaba de mejorar mi técnica con los patines y estaba de vacaciones, rascándome las nalgas a mano llena. Y todo siguió así, hasta que un día sonó el telefonillo del portal de mi casa: "¿Quién es?", pregunté. "Soy yo, Estela. ¿Puedes bajar?". Eran las 5 ó 6 de la tarde y yo estaba en plena partida del Out Run, un juego del ordenador MSX 64K que mi hermano se había agenciado años atrás.
Medio molesto bajé al portal y ahí estaba ella, con un sobre blanco en la mano. "Toma", me dijo extendiéndome el sobre. "Y esto, ¿qué es?", pregunté. "Un sobre. Ábrelo y mañana hablamos, ¿vale?". Yo me di por enterado y sin decir nada, ambos nos fuimos, cada quien por su lado. Al llegar a mi casa abrí el sobre y encontré una tarjeta de esas de felicitación. Nunca se me olvidará. Era una tarjeta roja con un bebé sentado en medio sonriendo, en blanco y negro. El texto que venía con la tarjeta no lo recuerdo, pero Estela, cuidadosamente, había escrito una frase que nunca se me olvidó, sobre todo por la rima: "La oportunidad no pasa andando, sino volando. Decídete, que te estoy esperando".
Joder, me llegó. En ese momento me dije: "que jodío eres, nene. Te pasas con ella". Entonces traté de escribirle una nota (era la moda, escribirlo todo en notas. Más emocionante). La reescribí como 10 veces hasta que pensé: "no, mejor se lo digo a la cara y le pido perdón". Con esas me dormí en la noche pensando en cómo iba a pedirle perdón por pasar olímpicamente de ella. Pero a la mañana siguiente, ya con las ideas más frescas, pensé: "joder, vaya rima. Bonito, bonito, pero vaya rima. Además, hay otras en el mundo, ¿no? Si ya he conseguido a una, de soltero puedo conseguir a otras..." y así fue. Acordamos que nos dejaríamos de ver y yo me colgué de nuevo el cartel de soltero, el cual siguió colgado durante muuuucho tiempo (jodida realidad).
Después de unos años la vi en algún pub que otro. Me contó su amiga, la que me escribió la carta apergaminada, que tenía novio, un tío con una pepino (moto Yamaha Yog) y de Chauchina. Ella estaba más Yoli que nunca; se hacía la línea de los ojos hasta las orejas y estaba flipada con su chulito de la pepino. Tiempo después me dicen que el tío pasó de ella y, creo recordar, que iba a entrar a la universidad, la amiga común me dijo que Estela, ya soltera, quería quedar conmigo para tomar algo y hablar. Que la invitara a salir. Cuando me dijo eso, lo único que me vino a la cabeza fue: "La oportunidad no pasa andando, sino volando. Decídete que te estoy esperando" y me negué.
5 abr 2009
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2 comments:
jajaa, que buena historia
Sí...ya sabes, cosas que pasan en el barrio....
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