29 oct 2008

Ignacia, la reina del barrio



(Un detalle antes de empezar este post....viste el periódico La i con Milenio detrás??)

Esta misma noche regresaba de trabajar cuando decidí parar en un tendejón cerca de mi casa. El lugar, pequeño, con todas las cosas desordenadas ordenadamente, me hizo recordar a la tiendita de Ignacia, de la cual era cliente frecuente hace unos 20 años.

Ignacia era una persona atípica. Vivía con su hermana en un bajo cerca de mi casa que daba a un callejón sin salida. Muy oscuro, frío y con mucha humedad. Ignacia me sacaba entonces unos 50 años aunque nunca se lo pregunté. De hecho es probable que no me sacara tantos años, pero parecía muy golpeada por la vida o mejor dicho, lo estaba.

Ignacia era una mole de ciento y pico kilos que apenas podía moverse dentro de su mostrador de madera y sus recipientes de plástico repletos de gominolas (gomitas en México) de todos los colores y sabores y que olían a gloria en aquella época. También vendía algunas cosas para la casa, pero sabía que su fuerte no eran esas cosas. Las mamás de las casas no iban a comprar mucho a su tienda, ellas preferían el supermercado de Encarni (nadie se aprendió nunca el nombre de Santaella, como se llamaba realmente el supermercado) o el antiguo Alcampo o un poco después el Continente (hoy Carrefour) un super francés que vino a revolucionar la vida tranquila de todos con un concepto de megasuper de los que hoy hay en cada esquina (Carrefour, Lidl, Chedraui, Walmart, etc.).

No. Ignacia sabía que su mina de oro éramos nosotros, los peques del barrio que jugábamos 6 horas seguidas al fútbol en el Violón (nombre de un parque que fue cuna de mis primeros años de fútbol) o Las Placetas. Los objetivos de Ignacia éramos nosotros, que nos pasábamos todo el día jugando y nos fundíamos la pasta comprando gominolas para reponer fuerzas.

No era muy consciente de ello, pero ahora que lo pienso, recuerdo haber visto a Ignacia cómo cambiaba a peor...cómo cada vez más seguido una sobrina iba a ayudarle a levantarse, a caminar, mientras nosotros no dejábamos de ir a comer gominolas. A pesar de que estaba peor, todo seguía igual: mis gominolas se iban reponiendo y y cada vez olía más a gloria en aquel lugar al que siempre ibamos todos los amigos. Si era muy tarde y ya estaba cerrada la tienda le gritábamos por la ventana lateral y nos respondía y nos vendía las gominolas...

Pero un día, sin avisar, después de que no fuéramos durante 5 días a la tienda de Ignacia por las clases, la puerta estaba cerrada y la persiana bajada. Le gritamos bajo la ventana durante un buen tiempo, pero nunca contestó. Parece de película, pero no sé qué pasó hasta hoy. Lógicamente se corrió el rumor de que había muerto. Y yo, no sé si me lo creí o no, ni me acuerdo. Pero hoy, Ignacia ha vuelto a mi mente, en México, en un tendejón.

Réquiem
Un día encontré con un amigo 5,000 pesetas tiradas en el ascensor de la casa. Antes, 5,000 pesetas eran más que los 30 euros de hoy. Decidimos, como era lógico en dos mentes "libres" de 9 años repartirnos el botín. 2,500 por cabeza y no se diga más. Yo fui el elegido para tratar de cambiar 5,000 pesetas en monedas para tratar de gastarlo haciendo lo que más nos gustaba.

Lógicamente, fui a la tienda de Ignacia, quien al verme con tanto dinero con mi edad y pedirle que me lo cambiara en monedas, me preguntó: "¿y eso? ¿por qué tanto dinero? Llevas demasiado dinero y ¿para qué quieres el cambio?" "Es para el Miraflores (un bar del barrio), me lo dieron para que lo cambie porque les hace falta cambio". Ella, entonces, me lo dio porque en otras ocasiones el hijo del bar Miraflores (otro asiduo de las tardes de fútbol) me acompañaba a surtirnos de gominolas.

Cuando me dio las dos bolsotas bien selladas con todo el dinero le dije...¿no tendrá unas tijeras para abrirlas? Ella me gritó que ¿cómo podía hacer eso si era para el bar? ¿Estaba intentando robar?" Lógicamente no podía saber que se me escapó esa expresión porque no era dinero del bar, sino mío y de mi amigo. Le dije "es cierto, Ignacia, perdón, no me di cuenta. Ahora lo llevo" y me fui...

Esa tarde nos fundimos todo el dinero, pero cómo disfrutamos...Lo único que me estuvo dando vueltas en la cabeza durante mucho tiempo es que ese día mentí a Ignacia, aquella mujer que tan bien se había portado conmigo. Le mentí fríamente, con 9 años, por dinero...

Cuando salí esta noche de tendejón quise hacerle una foto para colgarla. No pude, no me funcionó mi celular. Otra vez será.

2 comments:

chuikov dijo...

joder, yo también me acuerdo de ignacia, aunque yo pisaba poco su tienda. yo no era de chucherías. lo que más recuerdo era lo brillante que tenía el pelo fruto de su capa de grasa

Habitante dijo...

Sí...pura grasa tenía, pobre...